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Temores Buenos y No Tan Buenos

El ser humano fue diseñado para temer a Dios. Esto no implica tenerle pavor, como si fuera un Dios malo o injusto. Pero sí involucra miedo a las consecuencias negativas de desobedecer a Dios en lo que nos dice, lo cual nos permite alejarnos del pecado. De hecho en Proverbios 1:7 leemos: 

"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová". 

La Biblia llama nuestra atención sobre la importancia de escoger temer a Jehová, y al mismo tiempo decidir no temer a lo que todo el mundo teme. Por ejemplo, es innecesario temer a las personas (o buscar su aprobación), a la oscuridad, al día de mañana, a perder el trabajo. Todos estos temores podrían reflejar una falta de confianza en Dios. Dichos miedos deberían ser reemplazados por poner manos a la obra (hacer lo que nos viene a la mano, es decir, lo que está a nuestro alcance). Existen también algunos temores sanos, para evitar un peligro o una imprudencia (como un ejemplo, la precaución al estar en la azotea de un edificio cuando hace viento fuerte, o evitar surfear si no sabemos nadar). 

No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo. Isaías 8:12-13

Sin embargo, el punto principal al que deseo llegar, es que cuando decidimos no temer a Dios, debido a que fuimos diseñados para temer a algo (al único y verdadero Dios), solemos volvernos personas temerosas. Quitamos ese temor de Jehová, y lo ponemos en algún otro lugar. Lo digo por experiencia propia, yo solía ser muy temeroso en diferentes áreas, pero Dios me ha estado enseñando a qué verdaderamente debería temer.

Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma; y tendrás tu vida como algo que pende delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Deuteronomio 28:65-66

Estos temores no son sanos, pues obstaculizan que vivamos la vida al máximo, y se interponen en medio de lo que podríamos lograr. Pidamos a Dios que nuestro temor sea a Él, y transforme nuestro corazón.


Para Meditar

¿A qué le temo yo? ¿Cuáles me gustaría que fueran mis temores?

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